Hubo una época en la historia humana en que se
consideró el trabajo una maldición. Más exactamente en tiempos antes de la gran
reforma protestante. Sobre el particular se decía que el trabajo era como un
azote, castigo impuesto al hombre como recompensa.
Era un medio de disciplina,
de freno a los vicios, se consideraba que el único trabajo digno era el que
cumplían los religiosos en los monasterios. Según el orden divino hallamos que
el eterno creador es incansable en laborar. Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora
trabaja y yo trabajo” (Juan 5:17).
La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como
el creador del universo, como el gran gestor de la vida, como el arquitecto,
ingeniero todo un creativo y primer obrero de su creación.
Siendo que Dios mismo es el primer obrero de su
creación, no sólo en el acto creador sino en la obra de preservación y
conservación el trabajo no puede considerarse como una maldición. Cuando
el hombre y su mujer fueron creados el Padre de familia humana le asignó un
lugar, el mejor de la tierra. Le asignó un trabajo que hacer, cuidar el huerto
y labrarlo. También fue comisionado por Dios a velar por la creación animal,
dando nombre a cada especie y le entregó autoridad sobre toda la creación
terrenal.
Cada humano tiene una comisión divina que
cumplir en su corta estadía en este pequeño mundo. El término trabajo abarca
todo lo que hacemos con el ejercicio de nuestros talentos en actividades que
resultan en ganancia que utilizamos para el sostenimiento propio y el de
nuestras familias y de la Obra de Dios. Bendito sea Dios que nos hizo para
trabajar. Fuimos creados para ser fructíferos y productivos (Génesis 1:28). El
pueblo de Dios es un pueblo trabajador y de la mejor calidad.
Toda la Biblia nos muestra su cultura del
trabajo como un hecho de bendición. Con el trabajo mejora la condición de vida
del individuo, la familia, la comunidad y la nación. Dos grandes ramas
estuvieron en las manos de Caín, hijo mayor de Adán y Eva y la ganadería en
manos de Abel, el más joven. Estos dos pioneros del trabajo eran prósperos en
su labor, su trabajo también producía para agradecer al dueño de la empresa, a
Dios, el Creador del universo. Traían ofrendas y sacrificios como un acto de
gratitud. Todo el Antiguo Testamento muestra al pueblo de Dios laborando, Noé
un gran constructor de navíos, agricultor y ganadero, Abraham ganadero,
agricultor y comerciante. Los israelitas ganaderos, agricultores, artesanos,
constructores, ingenieros y administradores brillantes. La cultura del trabajo
está tan arraigada en la descendencia de Abraham que es y ha sido una fortaleza
económica en el mundo, en todas las naciones y en toda su historia.
Sea cual sea nuestra área de labor, trabajemos
en bien de la Obra, de las almas perdidas y del Señor, y recibiremos la
recompensa. Amén




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